Pereira, Colombia - Edición: 13.506-1096

Fecha: Domingo 15-06-2025

 

 TECNOLOGÍA

 

-14

 

La carrera silenciosa por el alma de la inteligencia artificial generativa

 

 Este tipo de acuerdos son claves para el futuro de la IA generativa, porque determinan la calidad de las respuestas que puede ofrecer un sistema y, por tanto, su utilidad real en contextos profesionales.

Más allá del talento y los datos, hay un factor que se menciona poco, pero que ya preocupa a los líderes de la industria: la energía. El entrenamiento de estos modelos demanda un consumo eléctrico gigantesco. No se trata solo de tener centros de datos, sino de mantenerlos operativos sin comprometer la sostenibilidad. Sam Altman, CEO de OpenAI, ha dicho abiertamente que el futuro de la inteligencia artificial pasa por una revolución en la generación de energía. Y no se quedó en palabras: ha invertido más de 375 millones de dólares en startups como Helion Energy y Oklo, que desarrollan energía de fusión y reactores nucleares modulares, respectivamente. La idea es clara: si el mundo quiere modelos más potentes, también necesita fuentes de energía más limpias, estables y escalables.

En medio de esta lucha por el poder computacional, las startups juegan un papel clave. Aunque tienen menos recursos, se mueven con rapidez y creatividad. Empresas como Mistral o Anthropic han demostrado que se pueden desarrollar modelos competitivos con equipos pequeños pero altamente especializados. Arthur Mensch, cofundador de Mistral, afirma que sus competidores desperdician recursos en entrenamientos mal optimizados. Su estrategia, entonces, no es superar en tamaño, sino en eficiencia. Es una apuesta arriesgada, pero también una forma de resistir al dominio de los gigantes.

Las grandes empresas de cloud, mientras tanto, buscan consolidar su posición. Ofrecen acceso a computación en la nube a cambio de participaciones accionarias en startups emergentes. También invierten en marketing, adquieren ingenieros de forma directa y negocian con proveedores de contenido para asegurar acceso privilegiado a información valiosa. Todo esto lo hacen con discreción, conscientes de que los reguladores ya miran con lupa cualquier movimiento que implique concentración excesiva del mercado. La SEC, por ejemplo, ha advertido sobre el “AIwashing”, una práctica engañosa donde empresas afirman usar inteligencia artificial sin hacerlo realmente o exagerando sus capacidades. Es una señal de que el entusiasmo del mercado también puede ser un arma de doble filo.
 


Hoy, la única empresa que parece ganar sin controversia es Nvidia. Su ascenso meteórico no se basa en promesas futuras, sino en ventas reales, márgenes extraordinarios y una demanda creciente por sus chips. De los 50.000 millones de dólares invertidos por empresas en tecnología relacionada con IA, buena parte ha terminado en sus arcas. El resto del ecosistema, sin embargo, aún busca cómo transformar la inversión en rentabilidad.

Así, la carrera de la inteligencia artificial generativa sigue en curso, vertiginosa e impredecible. No hay un solo vencedor. Hay varios frentes, múltiples estrategias y demasiados intereses en juego. Lo único seguro es que esta tecnología ya no es opcional. Ha llegado para quedarse, y lo que se define hoy determinará quién tendrá el control del futuro digital del planeta. Las piezas están en movimiento. El reloj no se detiene. Y el juego, aunque silencioso, nunca fue tan decisivo.

 

 
La inteligencia artificial generativa ha dejado de ser una promesa lejana para convertirse en una fuerza palpable que atraviesa el mundo empresarial, tecnológico y financiero. Lo que comenzó como una curiosidad académica hoy está transformando radicalmente la forma en que las personas interactúan con las máquinas, al punto que los sistemas pueden ser consultados como si fueran colegas de trabajo, respondiendo con precisión, contexto y velocidad. Pero mientras los usuarios se fascinan con sus capacidades, en el trasfondo se libra una competencia feroz por el dominio de esta tecnología. ¿Quién va ganando esta carrera global?

Los gigantes tecnológicos —OpenAI, Microsoft, Google, Amazon— lideran buena parte del desarrollo. No sólo porque tienen los modelos más potentes, sino porque controlan el acceso a los tres elementos clave que hacen posible esta revolución: el cómputo, los datos y el talento especializado. En este nuevo juego, no gana quien prometa más, sino quien demuestre que puede escalar la tecnología y monetizarla de manera sostenible.
 


El acceso al cómputo es, sin duda, la piedra angular. Entrenar un modelo de IA generativa avanzado puede costar decenas de millones de dólares, en buena parte por el uso
intensivo de unidades de procesamiento gráfico (GPUs) de última generación. No es casual que la demanda de estos chips haya disparado a Nvidia al estrellato bursátil: la empresa se ha convertido en el gran proveedor de la infraestructura que hace posible esta carrera. Algunos analistas comparan la actual fiebre por los chips con las carreras petroleras del siglo pasado. Incluso Elon Musk llegó a afirmar, medio en broma y medio en serio, que conseguir GPUs era más difícil que comprar drogas.

Pero el reto no es solo financiero o logístico. Se trata también de talento. Aunque existen en el mundo cerca de 140.000 ingenieros con experiencia en inteligencia artificial, sólo unos cientos son realmente capaces de diseñar y entrenar los modelos más complejos.

 

Son profesionales que no solo dominan la teoría, sino que saben optimizar  procesos, reducir el consumo energético y mejorar el rendimiento computacional de sus sistemas.

 

 

 

 Su contratación se ha vuelto una batalla en sí misma. Microsoft, por ejemplo, recientemente incorporó casi todo el equipo de una startup llamada Inflection, sin adquirir la empresa, como una forma agresiva de ganar capacidad humana sin pasar por fusiones ni compras formales. Es un fenómeno cada vez más común: los gigantes adquieren cerebros en masa, sabiendo que el verdadero diferencial ya no está en la infraestructura, sino en la gente que sabe cómo usarla.

Sin embargo, hay una paradoja en este flujo de talento. Muchos ingenieros que entran a las grandes tecnológicas terminan saliendo al poco tiempo para fundar nuevas compañías, hartos de las limitaciones corporativas o en busca de mayor libertad creativa. Es un ciclo constante de entradas y salidas que mantiene viva la innovación, a pesar del control de los grandes. Basta recordar que ninguno de los ocho ingenieros que desarrollaron los modelos fundacionales de la IA generativa dentro de Google sigue en la empresa hoy.
 


Otro punto central en esta carrera es el de los datos. Durante años se consideraron una materia prima barata, pero hoy son vistos como el verdadero combustible diferenciador. Modelos entrenados con información pública, muchas veces desorganizada o llena de sesgos, generan resultados menos precisos y confiables. Por eso, ahora vemos a empresas desarrollando sus propios modelos entrenados exclusivamente con información de alta calidad. Bloomberg, por ejemplo,  creó BloombergGPT con su archivo financiero interno. Su objetivo era claro: lograr un modelo capaz de interpretar datos bursátiles, redactar análisis financieros y comprender el lenguaje especializado de su sector. La BBC también ha comenzado a explorar el desarrollo de modelos entrenados con su propio material audiovisual y editorial. En ambos casos, se trata de sacar provecho de una ventaja comparativa: información exclusiva, ordenada y especializada.

Las grandes tecnológicas no se quedan atrás. OpenAI ha cerrado un acuerdo multimillonario con el conglomerado alemán Axel Springer para tener acceso a sus archivos editoriales  y a contenido noticioso actualizado. Es una forma de escapar de la saturación de datos públicos y entrenar modelos con fuentes verificadas, actuales y ricas en matices.
 

 

 

 

Submit

 

 © El Imparcial Editores S.A.S  |   Contacto 57 606 347 7079 

    © 1948-2009 - 2025 - El Imparcial - La idea y concepto de este periódico fue hecho en Online Periodical Format (OPF) que es un Copyright de ZahurK.

    Queda prohibido el uso de este formato e idea (OPF) sin previa autorización escrita de ZahurK